Es increíble lo rápido que pasa el tiempo, parece ayer que era el sábado 6/4, y nos íbamos para Igualada… Había estado lloviendo y el tiempo amenazaba con fastidiar la boda, pero durante el transcurso de ésta no llovió ¡gracias adiós!, aunque nos estábamos congelando mientras hacíamos las fotos con los invitados ¡Que frío!. Al final casi todo fue perfecto (ya que la perfección no existe)… Hubo momentos divertidos, momentos emotivos pero lo más importante es el pasar ese tiempo con tu gente, es lo que no tiene precio. Realmente el valor de las cosas muchas veces viene dado por el valor de la gente que te rodea y de lo que significan para tí. Todos con los que tienes una historia, ya sea larga o corta, continuada o no, pero que ahora mismo en el presente forman parte de ella activamente.
Y es por eso que ahora, un més después de la boda, habiendo vuelto ya hace una semana de Nueva Zelanda, y con el bajón típico de la vuelta a la rutina, solo queda decir que hemos sido muy afortunados y que aunque no siempre se diga con palabras, es como nos sentimos.
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